29 marzo 2011

Un temerario acróbata y aeronauta mejicano

Aunque parece que los precursores fueron los chinos, la primera ascensión de humanos data de 1783, cuando dos personas ascendieron en un globo construido por los hermanos franceses Montgolfier.

En Argentina, los primeros ascensos - aunque no tripulados -, se producen en 1809, en ocasión de días festivos, o anunciando algunos espectáculos en teatros.

Es recién en 1864 cuando el primer tripulante, el norteamericano Gibbon Wells, se eleva con éxito en Buenos Aires.

Exhibiciones aéreas con trapecio

Fue tal la atracción de los globos (como hecho científico en un primer momento), que aquel tipo de exhibición, fue abordado por artistas del espectáculo, especialmente por acróbatas.

Se dio el caso de algunos magos o físicos recreativos, como se los denominaba en aquella época, que realizaban sus espectáculos combinando exhibiciones aerostáticas, con autómatas y efectos de magia.

Los historiadores relatan acerca de exhibiciones aéreas, donde los intrépidos aeronautas ubicados en plataformas (que reemplazaban a las clásicas barquillas), ascendían en arriesgadas maniobras, montados sobre caballos, o aún mas osadas, portando un pesado cañón, que era disparado desde el aire.

Así, en globos inflados con aire caliente, la barquilla, aquella especie de cesta donde se ubicaban los tripulantes, fue reemplazada por trapecios o argollas gimnásticas, al mejor estilo circense.

En esas condiciones sumamente complicadas, con un control muy limitado sobre el globo aerostático, y durante el ascenso y vuelo, aquellos acróbatas del aire realizaban sus actos a cientos de metros de altura, y sin ninguna red de contención.

Algunos hasta se atrevían a quedar colgados cabeza abajo, sostenidos solamente por sus pies.

Una rutina de habilidad, fuerza, pero por sobre todo, de ¡coraje!.

El arte de volar, realizando todo tipo de cabriolas en las alturas ventosas de la inmensidad celeste.

Más que un atractivo circense, cada momento de la exhibición, se convertía en un reto a la muerte.

No era sencilla la ceremonia del inflado y la retenida del globo, hasta su despegue.

Durante los preparativos, varios colaboradores especializados y forzudos, debían sujetar con energía las amarras para retener al globo, y luego liberarlo para la ascensión.

Se requería desplegar la pesada tela, inflarlo con aire caliente, conectar el trapecio o argollas, y una vez que el acróbata se enganchaba de la barra, ya preparado para la odisea, ordenaba soltar los cables de amarre.

En ese momento comenzaba la aventura, ya que las posibilidades de maniobra eran limitadas: solamente ascender o descender.

El viento a su antojo, era quien dirigía el rumbo de aquellos equipos.

Ese motivo, sumado al hecho que el aire se iba enfriando, hacía que el globo comenzara a descender.

En el “picadero” inmenso del cielo, globo y artista se iban alejando de la vista de los espectadores, hasta que finalmente ambos terminaban sobre la rama de un árbol, en las aguas de un río o del mar, en el techo o patio de casas de familia, y cuando la suerte estaba de su lado, la exhibición daba fin en algún descampado.

Allí entraban en juego los colaboradores quienes debían acudir al rescate, lo que en ocasiones requería recorrer algún par de kilómetros, hasta dar con el paradero del arriesgado trapecista.

Muchos acróbatas aeronautas terminaron muertos o con serias heridas, consecuencias de graves accidentes o fuertes porrazos, contra el duro terreno.

Uno de esos valientes artistas es el personaje de esta historia.

Teófilo Ceballos

También anunciado en las crónicas con el nombre de Tomas, Teódulo o Teodoro.

Apareció por primera vez en Rosario en abril de 1873 cuando el Gran Circo Europeo Courtney and Sanford se presentó en el Teatro Litoral.

La Gran Compañía ecuestre y mímica, incluía 35 artistas renombrados de todo el mundo: el gracioso cubano José Camilo Rodríguez, los Hnos. Rousilliones, y entre ellos el acróbata Teófilo Ceballos.

También en 1873, pero meses mas tarde, durante agosto, había realizado una ascensión en globo en la Plaza de Cagancha, en Montevideo, Uruguay.

Natural de Durango, realizó su primer vuelo en globo a gas a los 14 años.

Teófilo, gran artista circense, paseó su habilidad como acróbata y como aeronauta por toda América, y fue reconocido, por la cantidad de ascensiones que realizo en pocos años.

Acrobacias aéreas en Rosario

En septiembre de 1855, se presentó en el Teatro El Nacional una Compañía Gimnástica, donde entre sus suertes, se anunciaba el número de la ascensión en globo ejecutada por el joven artista Valentín Kist.

Probablemente, se trataba de una ascensión con globo cautivo (sostenido desde el suelo por un cable o soga), y dentro del mismo teatro.

Salvo la publicidad, no hay ningún comentario adicional sobre esta presentación en la prensa de la época.

En 1874, poco menos de un año después de su presentación en el Circo Courtney and Sanford, Ceballos ya como solista, retorna a la ciudad.

Anuncios periodísticos informaban que el pueblo del Rosario, podría presenciar por primera vez un espectáculo de ascensión de un globo tripulado.

La proeza se llevaría a cabo en la Plaza de toros por nuestro hombre: el aeronauta Teófilo Ceballos, con su globo “Unión”.

El mejicano, tenía en ese momento 22 años de edad.

Las crónicas de la primera ascensión, relatan no solo los preparativos, sino como Teófilo realizaba aquella suerte:

“ ... el atrevido aeronauta, se lanza a los aires sin ningún accesorio de salvación (paracaídas), sin ningún tipo de apoyo, sin cesta y sin medios de descanso. El mejicano con brío y coraje, solo sostenido de argollas, realiza pruebas difíciles, y prodigios de fuerza y agilidad, y a sus pies….. solo un abismo ....”.

El globo ascendía a una altura aproximada de 600 metros de altura.

Hasta aquí nada distinto de espectáculos similares en otras ciudades del mundo, salvo una tremenda desgracia ocurrida durante una de aquellas ascensiones.

Una tragedia

El domingo 8 de marzo de 1874, en una de las tantos espéctaculos que realizó en la ciudad, todo estaba dispuesto y con Ceballos ocupándose de los preparativos del inflado del globo.

Un joven de 15 años, Nicasio Rosas, se ofreció para sujetar la red, y solicitó con insistencia subir al aparato junto al mejicano.

Se produjeron algunas discusiones y negativas por parte de Ceballos, para que el joven no subiera.

En forma inesperada, en el momento en que se dió la orden de soltar el globo, Rosas pegó un salto y se tomó de las cuerdas que sostenian las argollas, donde iba colgado el trapecio.

El globo comenzó a ascender, con Ceballos en el trapecio y el joven Rosas asido de las cuerdas.

Con el centro de gravedad comprometido, era imposible el auxilio por parte del aeronauta.

Se produjo un dramático dialogo entre ambos: Ceballos alentando al joven y dándole instrucciones para enganchara sus piernas en las sogas, pero este le respondía que era imposible ya que se encontraba extenuado por el esfuerzo.

Agotada su energía, las fuerzas no le respondieron. Se produjo la inevitable caída, y la muerte instantánea de Rosas.

El joven Nicanor había llegado a Rosario la víspera del día de la tragedia, y probablemente no tenia ni idea de lo que significaban los peligros de una ascensión.

Los comentarios periodísticos informaban que el joven habría madurado firmemente su decisión, dado que había manifestado a alguno de sus amigos, su propósito de volar en el globo.

Lo que debería haber sido una fiesta, se convirtió en una espantosa escena, observada por alrededor de 3000 personas.

Días después del trágico accidente, Ceballos continuó con su gira, y presentó un espectáculo similar en Buenos Aires, con el agregado en este caso de arrojar un perro en paracaídas desde el globo.

En 1877, regresaría a trabajar en Argentina.

Desconozco el paradero de aquel temerario acróbata despues de esta fecha.

En años posteriores, la prensa rosarina daba cuenta de la muerte de la aeronauta Catalina Gorgoria en México (1882), al caer desde las alturas, como consecuencia de la explosión del globo.

Otro mejicano Tranquilino Alemán, moría en Cuernavaca en 1889 al caer del trapecio desde las alturas.

11 marzo 2011

20.000 kilómetros de magia por las Américas (1)

Los raids (bicicleta, ecuestres, motorizados, etc.) que se han realizado cruzando el continente americano desde distintos países han sido numerosos.

Uno de los íconos de Argentina, fue el que hiciera el Profesor suizo - aunque radicado en Argentina -, Aimé Félix Tschiffely, quien con los caballos Mancha y Gato, unió Buenos Aires con Washington en 1925.

Pero hubo otro relacionado íntimamente con la magia que está perdido en el olvido, porque estimo es casi desconocido entre los magos.

La investigación

Hace unos años encontré la noticia acerca de un raidista mago; solo un par de líneas en un periódico de Rosario.

A posteriori ubiqué otra noticia breve en periódicos de Estados Unidos, y algún otro pequeño párrafo en un Magazin mágico estadounidense informando de la hazaña.

Creo que este último debe haber levantado la información de los diarios, porque repetían casi palabra por palabra la noticia. No se daban detalles.

Mi investigación para conseguir información duró aproximadamente año y medio, poco menos que la duración de aquel raid que unió Buenos Aires con Nueva York.

La correspondencia intercambiada con colegas del exterior llegaron a un punto muerto, ya que la historia no se conocía, y quienes la habían redactado ya no podían aportar, porque habían pasado a otra vida.

Parecía que la información se detenía en ese punto, pero tuve la suerte de encontrar un artículo de Facundo Parangón, un joven estudiante de la localidad de Progreso (Provincia de Santa Fe), que preocupado por la historia de su pueblo y animado por su abuelo, rindió homenaje al mago que realizó la aventura.

Aquel raidista en cuestión se había radicado con su familia en sus últimos años en Progreso y murió allí.

Después de varias llamadas telefónicas, y e-mails, Facundo tuvo la delicadeza de conseguirme el libro que relataba aquella fantástica historia.

Se trata de “La fantástica aventura de un criollo”, escrito por Miguel Divo, el mago aventurero.

Agradezco entonces a Facundo Parangón su aporte, a través del cual podremos conocer aunque resumida las peripecias del aquel ilusionista viajero.

No abunda el libro en anécdotas mágicas, sino más bien es un detalle del recorrido, los duros trances que debió vencer y algunas referencias a los lugares donde presentó su arte mágico.

Lo rescatable en mi opinión, es el la tenacidad, el no darse por vencido, y como pudo superar todos aquellos escollos gracias a la magia.

Trataré de seguir el recorrido ciudad por ciudad a través de todo el continente americano.

El Mago Miguel Divo

Nació en 1911 en Chivilcoy (Provincia de Buenos Aires), y desde niño la magia captó su atención. Su única manera de ver algún mago era a través de los circos que pasaban por su pueblo.

Casi adolescente, marchó a Buenos Aires para entrar en el mundo del espectáculo, pero la cosa no era fácil.

Se fue forjando a los “tropezones”, pero con el tiempo consiguió trabajo de mago en varias ciudades de Argentina, Uruguay, Brasil, Paraguay y Bolivia.

Con 23 años, compra en un “cementerio” de automóviles lo que le permite su presupuesto: un añejo y oxidado Ford modelo T.

Su primer aventura, es una gira por la patagonia argentina (en el sur del país).

Como consecuencia de las bromas de sus amigos, quienes auguraban que aquella “cafetera” no podría recorrer más que unos pocos kilómetros, le surge a Divo la idea de un desafío casi imposible de cumplir: un raid a través de toda América, para tratar de llegar a Nueva York.

La propuesta fue que si Divo no llegaba a destino, debería pagar a sus amigos un asado con cuero, si por el contrario Divo cumplía su cometido, los amigos deberían encargarse de la comida.

No pudo ser más simple el planteo.

Desde un bar ubicado en la esquina de Pergamino y Av. Rivadavia frente al Teatro Fénix, en el barrio de Flores en Buenos Aires, el mago Miguel Divo emprendía su raid a Nueva York.

Era la 0 hora y dos minutos del 12 de enero de 1935.

Divo con su traje de campaña
El Ford T, aquella figura estrambótica con ruidos de hierros sueltos, y la tos de su caño de escape, partía raudamente.

El último saludo de sus amigos fue que les avisara cuando llegara a Nueva York con la “lata de sardinas”.

Su principal preocupación era la comida, tanto para el como para el Ford T (nafta).

Su capital inicial: Su entusiasmo desbordante, y 10 pesos que le fueron prestados.

Su equipaje era solo una maleta compacta con alguna ropa, y elementos de magia, además de unos pocos repuestos para el Ford.

El viaje sería solventado en su totalidad, utilizando sus recursos mágicos, de ventriloquia y fakirismo.

En algunos casos hablaré en plural cuando me refiera al raidista.

Sucede que en el trayecto, Divo estuvo acompañado con compañeros circunstanciales, aventureros como el, y generalmente artistas que por espíritu bohemio, o por haber quedado anclados y sin fondos en giras artísticas, buscaban nuevos horizontes en otros países o ciudades.

El viaje por Argentina

A escasos 80 kilómetros del punto de partida, ocurre la primera parada obligada por razones económicas. El dinero se había terminado.

Días después ya en mi ciudad, Rosario, nueva estadía para juntar dinero; los fondos estaban nuevamente en cero.

Rosario era una buena plaza, con 43 salas de cinematógrafos, y varios recreos de variedades donde los magos eran bien cotizados, el artista aprovechó la circunstancia.

Ocho días bastaron para hacerse de un capital considerable y seguir el viaje.

Continuaría luego por Villa Maria (aprovisionamiento de fondos), San Luis, y Mendoza.

Ya ganando altura en Villavicencio, a 1700 mts. sobre el nivel del mar, y la Quebrada del Toro con cuestas muy empinadas, el auto se resistía a avanzar.

El frío y la dificultad para respirar complicaban las cosas, pero el aguardiente salvó la situación.

Uspallata, la formación rocosa de Puente del Inca, y siempre cuesta arriba, el monumento al Cristo Redentor, símbolo de la fraternidad en la frontera argentina chilena, ya a 3800 metros de altura, era la despedida del país.

El primer tramo transcurría tranquilo por momentos, aunque se hacía duro porque las finanzas eran lo que más flaqueaban.

Chile

Chile, el país trasandino se presentaba imponente.

El primer desafío fue un camino zizageante, sinuoso: “Los Caracoles”, nombre que cuadraba a la maravilla con aquel tramo.

Encanto natural, pero con tantas curvas y contra curvas, que en cada momento parecía estarse jugando la vida; comenta Divo que la mas adecuada denominación para ese trecho debería ser el tobogán de la muerte.

Luego vendría San Felipe, y por fin Valparaíso se recortaba sobre el azul marino del Pacífico.

A pesar de su apariencia, la pobladores chilenos nombraban al automóvil como el “for….midable”.

Recorrido Argentina - Chile

El periódico El Mercurio se ocupó del tema, publicidad que le permitió a Divo demostrar sus habilidades en cines de barrio.

La radio del mismo nombre lo habilitó para actuar en algunas audiciones, donde narraba los detalles del viaje.

Más audiciones, mas cobro, mas comida, más nafta, pero el cariño del público, y la vida apacible no podían frenar el avance.

Intentó retroceder hasta Santiago, la Capital de Chile, pero aquel viaje de poco menos de 150 Km., demoró ¡ 16 días !.

En las inmediaciones de Casablanca, y luego de algunos golpes de tos, el Ford dijo hasta aquí llegamos, y hubo que arrastrarlo con una yunta de bueyes hasta el rancho mas cercano.

El tema es que los vecinos del paraje, gente de campo, entusiasmados con las habilidades del mago, ponían cualquier excusa para indicar que el mecánico de la población mas cercana no podía llegar al lugar: que las lluvias ..., que el mecánico tenía otros trabajos importantes ..., que había viajado a otra población ..., etc., etc.

Sin decir nada, el mago tuvo que recorrer varios kilómetros a pie hasta hablar con el famoso mecánico, que por supuesto nada sabia del asunto.

Resuelto el problema, arribaron a Santiago.

Al igual que en Valparaíso, los atractivos de aquella ciudad atraían a Divo, pero el objetivo no podía perderse de vista.

Siguieron Quillota, bordeando el Pacífico Los Vilos, Ovalle, y en el Puerto de Coquimbo, algunos días preparando la “lata” para la dura travesía del desierto, y ahicito nomás La Serena.

Vallenar con un grupo de pobladores
Vallenar sería la última localidad donde todavía presentaría aspecto de humano según Divo.

Las penurias sufridas desde ese lugar cruzando la región de Atacama, una de las más áridas del planeta, casi lo convertirían en verdadero fantasma.

Terribles vientos y tormentas de arena, que casi llegaron a enterrar el castigado forcito hasta el chasis.

La desubicación geográfica porque la arenisca ocultaba las huellas del camino, pinchaduras del radiador (en pleno desierto!), y otras tantas peripecias, originaron un nuevo remolque del maltrecho auto hasta Copiapó.

La reparación obligaba a varios días de descanso, pero vino bien, porque fue aprovechado para realizar funciones de magia y tango en el teatro Alhambra de Copiapó, ya que el acompañante del mago era un bailarín experto.

No hay bien que por mal no venga dice el dicho.

Ultima foto en territorio Chileno
Seguían las zonas mineras de Bigote y Chimbero, Caldera, y llegando a Taltal, en una región salitrera, el ford que pedía auxilio desesperadamente por problemas mecánicos, llegando a duras penas a Antofagasta.

Luego de Tocopilla, en Iquique un nuevo “reaprovisionamiento”, tanto para el ánimo como para las finanzas.

Una semana de funciones en el Teatro Esmeralda de Iquique, y se aproximaba la despedida de Chile, con un mago emocionado que no ahorró palabras en su diario, para agradecer todo el tratamiento que recibió en ese país.

Divo ansioso esperaba la aventura en un nuevo territorio que se le antojaba extraño y misterioso: Perú.

Perú

El 25 de agosto la llegada a Tacna, le siguieron Locumba, Moquegua, y un suelo arenoso, árido, complicado, una extensa pampa, pero de arena: el “Desierto de la Clemesi”.

Como en Atacama, nuevos problemas con la pérdida de agua.

Caminata de 40 km. en Chucarapi para conseguir el preciado fluido.

Recorrido por Perú
Nuevos ruidos raros en el motor. Resultado: bielas fundidas. Parada en Mollendo para reparaciones

Luego en Arequipa nueva cirugía, que aprovechó para actuaciones en teatro, cines, y algunas audiciones en Radio Landa que refrescaron la economía.

El Sur, El Debate, Noticias y El Pueblo, fueron los periódicos que permitieron conocer las noticias y promocionar al artista.

En una excursión a Socosani zona famosa por su agua mineral, una pendiente pronunciada, produce un nuevo desajuste mecánico: la carrocería quedó desplazada.

Resultado: nueva operación, y el carro quedó con el “chasis pelado”, conservando solamente los asientos delanteros.

En esas condiciones continua la costa del Pacífico y después de Camana, donde queda atrapado en un arenal, le sigue Ocoña, Chiquibamba (casi a 3000 mt. sobre el nivel del mar, población fundada a mediados de 1500), Atiquipa, Yauca, Pisco, y Cañete.

A mitad de camino entre Mala y Villa Chorillos, y en pleno campo bajo las estrellas festejó el comienzo del nuevo año: 1936.

Por fin Lima, donde la estada se prolongo por más de dos meses y medio.

Los periódicos La Prensa, El Comercio y El Universal, le asignaban al viaje la característica de hazaña, lo que le permitió conseguir algunos contratos.

La belleza de Lima, la cordialidad de sus habitantes y su gentileza, hacían difícil la partida.

Lima y todo Perú, dejaron en el raidista un recuerdo imborrable de días felices y atenciones recibidas.

El ford continuaba con su desafinada música.

Siguiendo la costa del Pacifico por Huacho y Barranca, donde actuó en salas de espectáculos de ambas localidades, completó otra etapa llegando a Trujillo.

En la ciudad de Chiclayo encuentra un hermano gemelo del Ford, tan destrozado, tan viejo y tan calamitoso como el suyo, y con una carraspera adicional, ya que solo funcionaba en dos cilindros.

Como ventaja, lucía una carrocería que le faltaba al auto de Divo.

Para ser igual solo le faltaba el cartelito de “raid”, y el recorrido estampado en sus laterales.

Aunque abollada, carcomida, tan sucia y oxidada como la que habían dejado abandonada en Socosani, podía ser una solución para rearmar el maltrecho carro.

El dueño aceptó lo que Divo ofreció por aquel manojo de hierros, y ya dejando atrás Chiclayo, el medio de locomoción parecía otra vez el ford original con que había iniciado el viaje.

Río Piura cruce en balsa
Nuevos desperfectos en el motor, capotajes en pozos de arena, días de penuria y soledad en el desierto antes de llegar a Piura, y luego Tumbes, hermoso puerto del Pacífico, y el adiós a Perú.

Eran épocas en que las relaciones entre Perú y Ecuador no estaban muy bien.

Apenas cruzada la frontera ecuatoriana, fue detenido por un piquete de soldados, acusado de ser espía peruano.

El Golfo de Guayaquil, uno de los más importantes de la costa occidental de América, muy cerca de la frontera ecuatoriana, estuvo a punto de dar por tierra con el proyecto.

La entrada a Ecuador no parecía tan promisoria.

(continua)