08 noviembre 2014

Cantarelli

A mediados de septiembre de 1933, debutaba en el Teatro Casino de Buenos Aires el mago Cantarelli, que llegaba desde Alemania después de triunfar en los principales escenarios europeos. Se afirmaba que el ilusionista había obtenido premios en manipulación y en ilusionismo con aparatos, en un concurso realizado en Berlín a fines de 1923, donde habían participaron 24 profesores internacionales.

Libro de los Misterios
El show se dividía en tres partes, la primera dedicada a efectos de magia e ilusiones, donde ejecutaba el acto de la mujer atravesada por 15 sables similares a los que usaba la policía, y que habían estado en exhibición en el vestíbulo del teatro. Continuaba con efectos varios, entre ellos el Libro de los Misterios. Una hora de alegría, intriga y misterio.

La 2ª parte constaba de experiencias de telepatía, sugestión, y transmisión del pensamiento.

En el Sueño de la India, ejecutaba una serie de experiencias de hipnosis y sugestión con los espectadores, tratando de demostrar ciertas facultades de clarividencia que existen en las personas, pero que solo son alcanzables bajo ciertas condiciones.

Para probar la seriedad de las mismas, el artista utilizaba un interesante recurso publicitario. En cualquier lugar que actuara, Cantarelli publicaba un desafío en los periódicos: por medio de la transmisión del pensamiento, y utilizando un espectador como médium, trataba de encontrar cualquier objeto escondido no solo en el teatro, sino en cualquier lugar de la ciudad. De fallar en el intento, ofrecía $1000 de recompensa.

Cantarelli con ojos vendados y guiado por un espectador
medium, dispuesto a encontrar un objeto escondido en el teatro
En cierta ocasión, intentando encontrar un objeto escondido en las calles de Buenos Aires, fue detenido y llevado a la comisaria debido al caos de tránsito que se producía por la multitud que se congregaba, y además, porque la policía estimaba que su trabajo era un fraude, pero fue liberado, porque utilizando como médium a un agente de policía encontró en la misma dependencia policial, un objeto escondido por un alto funcionario: un plumero que utilizaban para la limpieza.

La tercera parte resultaba algo trágica, sumamente macabra. Se advertía y se daba oportunidad en ese momento a las personas impresionables para que se retiraran de la sala para evitar ataques de pánico.

Se trataba de la Mujer Ajusticiada o El Milagro de Satán, efecto que causaba tal impresión, que a pesar de las recomendaciones, los periódicos informaban de los varios desmayos que se producían.

Era una famosa ilusión que había sido presentada por el mago polaco Horace Goldin dos años antes en Londres.

Una mujer que yacía acostada sobre una tabla de madera a la vista del público sin cortinados u otro tipo de ocultamientos, era aserrada por una enorme sierra circular giratoria de 1,30 metros de diámetro.

El giro a altas revoluciones de la gigantesca sierra, el ruido de las cuchillas dentadas al cortar la madera, y el desgarramiento de las ropas de la ayudante en el silencio del teatro, generaban una emoción indescriptible. Un momento de tensión escalofriante que culminaba con el cuerpo de la mujer dividido en dos partes.

La Mujer Ajusticiada


El "Verdugo" y la "Ajusticiada"
Pero al instante lo macabro quedaba superado, porque el mago con sus pases y conjuros, devolvía la vida a la ayudante con su cuerpo sano y sin heridas. El público ya relajado aplaudía a rabiar.

La Ajusticiada era nada menos que su esposa Marta, de quien se comentaba que era argentina. Según el mago, no disponía de otra persona cuyas condiciones psico-nerviosas, le permitieran tolerar sin peligro para su vida la gran cantidad de fluido magnético concentrado en su cuerpo.
Cantarelli en escena
De acuerdo a las afirmaciones periodísticas, creíbles o no, Cantarelli realizó una experiencia de sugestión colectiva: llegó al teatro media hora después de la hora anunciada para el comienzo, y pidió disculpas al público que protestaba en forma airada. Pero de inmediato solicitó que cada persona observara atentamente la hora en su reloj, y ante la extrañeza de todos los espectadores la hora era exactamente la de comienzo del espectáculo.

Conocida como la Leyenda del cambio de la hora, se le atribuye al mago italiano Pinetti la presentación de este efecto de “sugestión colectiva”, donde la hora de los relojes de los espectadores se atrasaba y se adelantaba a voluntad del ilusionista.

Cantarelli continuó sus actuaciones en las ciudades de Rosario, Santa Fe, Córdoba, y Tucumán.

En Rosario se presentó en el ya desaparecido Teatro Colón ubicado en Corrientes y Urquiza, donde también realizo algunas funciones para niños.

Tres horas en el Reino de las Maravillas era el nombre de la matiné infantil. La crónica periodística comentaba: ...los chicos se resistían a regresar a la realidad diaria después de viajar por un sueño mágico. La increíble magia de Cantarelli les hacia olvidar sus pequeñas tragedias infantiles: ir a la escuela, hacer los deberes, levantarse temprano, y lavarse la cara...
Matiné infantil en el Teatro Colón de Rosario. Obsérvese a los
niños y a los músicos de la orquesta junto al escenario
Sabemos los magos locales que el público rosarino siempre fue algo difícil, y aún más los pequeños niños. En una matiné infantil la desconfianza del público menudo comenzó a hacer crisis, y ante un pase mágico, algunos chicos comenzaron a corear...es trampa..., es trampa... El mago entonces llamó a varios niños al escenario para que controlaran de cerca. En determinado momento que debía aparecer un objeto previamente desaparecido, uno de los chicos grito: está en el bolsillo, yo lo vi, yo lo vi (los magos que lean esto entenderán la situación), y alguno más osado hasta intentó meter la mano en el bolsillo del mago.

Cantarelli con cara de circunstancia, resignado y afligido, le dijo al ayudante que lamentablemente había sido descubierto, lo peor que le puede ocurrir a un mago, y pidió al niño que sacara el objeto del bolsillo.

Algunos ya disfrutaban el fracaso del mago, pero la sorpresa del público y la risa general llegaron, cuando el pequeño ayudante retiró del bolsillo una zanahoria gigante. Un verdadero chasco para el ayudante. Final brillante para una rutina infantil.

De retorno a Buenos Aires, actuó en los Teatros Marconi, Corrientes y Buenos Aires, y en el Cine Teatro Pueyrredón del barrio de Flores, pasando luego a Uruguay y a Chile.

En un programa de mano, un pequeño librito con el título de Misterios del Mago Cantarelli, se enuncian 80 efectos mágicos con los cuales el artista afirmaba poder realizar tres espectáculos de cerca de 3 horas de duración cada uno, además de otros 60 adicionales con los que podía completar otros dos espectáculos.

De esta manera concluyó la temporada 1933/34 en Argentina.

Alfredo Cantarelli, fue el nombre artístico de quien nació como Alfred Maximilian Mundt en los primeros años del siglo XX en el norte de Brasil. Descendiente de padres alemanes y educado en Berlín, desde pequeño sintió inclinación por las experiencias de fenómenos psíquicos, y eso fue lo que ayudó en su carrera profesional.



03 septiembre 2014

Enrique Moya

Pasado mediados de 1884 llega a Rosario un artista, cuya estrategia publicitaria era muy parecida a la de los grandes magos de la época.

Enrique Moya fue un mago español que recorrió América del Sur y presentó su espectáculo en Rosario varias veces.

Dos días antes del debut en el Teatro Opera de Rosario, Moya se hizo presente en varios lugares, para conseguir buena prensa y publicidad gratis. Uno de ellos fue el Club Social, lugar de reunión de la élite de la ciudad, donde el mago desplegó sus habilidades ante un buen número de socios.

Moya en el Mercado Sud

Especie de mercado turco, el Mercado Sud era un espacio donde decenas de puesteros de todo tipo y actividad, ofrecían su mercancía. Acudía allí toda una multitud de personas para realizar sus compras.

El sábado 19 de julio, Moya publicitó su presencia en aquel sitio, debido a lo cual un gentío se arremolinó en torno al mago.

La visita a primera hora de la mañana, quedó registrada en los periódicos.

“En la mañana de ayer, el prestidigitador señor Moya, hizo una visita al Mercado Sud, y desde que entró empezó a llamar la atención.
Pocos pasos había dado, cuando acercándose a una persona que allí estaba parada, le rozó el brazo y encarándose con ella le preguntó:
- ¿Dígame señor, que hora tiene?
- El individuo echó mano a su reloj, pero sorprendiéndose de no encontrarlo en su bolsillo y pálido de cólera le contesta:
- Ud. me ha robado el reloj...
- ¿Yo señor? (dice Moya). Perdone, Ud. se equivoca.
- Sí señor; Ud. es un ladrón.
Y en ese momento, se había reunido un numeroso grupo atraído por las voces de ambos.
Unos decían: es un caballero; otros: que lástima, y tan buena figura que tiene.
En el acto se apareció un oficial del piquete (policía), y dirigiéndose a Moya le dijo:
- Bueno señor, es necesario registrarlo a ver si tiene el reloj.
- A mí no me registra nadie, gritó Moya, yo soy honrado.
- Sí, todos somos honrados, pero un reloj ha desaparecido y el dueño dice que Ud. se lo ha robado.
El grupo se hacía más numeroso, vino el comisario, y todos rodeaban a Moya para que no se escapara.
A ese tiempo, pasa cerca de él un muchacho con una canasta con verduras, carne y pescado, y Moya de un salto le arrebata un pejerrey y dice a los del grupo:
- Ven señores, yo no tengo culpa en este hurto, y partiendo el pescado, sacó del vientre el reloj con la cadena, entregándosela a su dueño.
Un ¡bravo! unánime resonó, y Moya se retiró satisfecho, yendo a otro extremo y haciendo otras suertes.”    Periódico La Capital, domingo 20 de julio de 1884.

Al igual que Herrmann, Moya y otros tantos magos, apelaban a aquel recurso, que tanta publicidad favorable le significaba en el boca a boca.

El Teatro Opera (ex Teatro Litoral), había sido inaugurado con ese nuevo nombre en 1879. Sus luminarias, brazos de bronce con 3 luces cada una, iluminaban “a giorno” las instalaciones, y fue en ese lugar donde tres días después, debutaba el español ante un público numeroso.

Aunque no se publicó el programa en los periódicos, un comentario del cronista de espectáculos, apuntaba que su presentación se componía de 12 suertes de efecto y bonitas combinaciones.

Algunas de las pruebas que obtuvieron gran éxito por la limpieza de Moya fueron:
* El paso del negro
* Aparecerá en su bolsillo
* El gran escamoteo
* El huevo chino

Con una concurrencia satisfecha, Moya demostraba que era un prestidigitador notable.

Una crónica en la cual se hacía mención a magos mundialmente famosos que pasaron por Rosario, hacía referencia y comparaciones acerca de la destreza de Enrique Moya,
 “...Muchos prestidigitadores han llegado hasta el Rosario, y también han demostrado sus habilidades y sorprendentes suertes de escamoteo: Castiglione, Canonge, Alex Herrmann, y el viejo Carl Herrmann (hermano del anterior) el mejor de los prestidigitadores del mundo, como ha sido proclamado en todas partes. Pero el público debe saber que la mayor parte de esos mágicos, han trabajado con mesas preparadas, con cubiletes perforados, o aparatos de doble fondo para esconder los objetos que escamoteaban, y que el público no sabía donde habían ido a parar. Los que hemos visto a Moya, podemos juzgar de sus méritos artísticos. Solo, sin ningún ayudante, con el proscenio limpio, y los aparatos sin engaño, Moya hace sus trabajos con sorprendente limpieza, y como prestidigitador, puede ponerse a la par o más arriba de los nombrados...”

Temeraria afirmación la del periodista.

Varios de los mencionados (con la excepción de Alexander Herrmann), basaban sus espectáculos en pura manipulación y destreza manual, por lo cual difícilmente podía aplicarse lo aseverado respecto de mesas preparadas o aparatos de doble fondo.

Pocas líneas se le han brindado a Moya en los tratados de historia de la magia. Sea cual hubiera sido la calidad de Moya, los comentarios le resultaron sumamente favorables.

En algunas oportunidades, y a pedido del público, el prestidigitador tomaba la guitarra y ejecutaba algunas piezas musicales que eran muy apreciadas.

Moya favoreció con su obra filantrópica una función que realizó en beneficio de la Sociedad Protectora de los niños desvalidos.

El retorno

Después de 6 años, en 1890, Moya volvió a Rosario, esta vez al Teatro Olimpo ubicado en calle Mitre, casi esquina Urquiza.

Como en su anterior visita, y previo al debut en el teatro, realizó alguna de sus suertes en reuniones sociales de distinguidas familias, y petit soirées a las cuales fue invitado, lo cual permitió que todas las localidades fueran vendidas con días de anticipación.

Enrique realizó una modificación poco común entre los prestidigitadores de la época: su innovación consistió, en presentarse con las mangas del frac remangadas arriba del codo, de manera que el público podía observar que en las mangas nada había oculto.

Todo era habilidad, Moya hacía aparecer de la nada, objetos escamoteados de cualquier prenda de los espectadores.

Remataban las crónicas:
“… siendo la conclusión mas que clara: “¡Moya ilusiona con sus suertes!, y ése es el mejor elogio que se le puede brindar a un prestidigitador.”

Moya en Sudamérica

Dos años más tarde, el español se presentó en Chile, Uruguay y Brasil.

Carlos Da Costa Britos, mago y escritor brasilero, afirmaba que Moya era el único mago que trabajaba sin los recursos de aparatos, y que todo lo realizaba a manos desnudas, asegurando que era discípulo del célebre Prof. Dr. Carl Herrmann.

En 1896 instaló en Río de Janeiro, la primera sala permanente de cine en Brasil, o sea poco tiempo después que los hermanos Lumiére realizaran el lanzamiento del cine en París.

Mi reconocimiento al recordado amigo Enio Finochi de Brasil, quien me suministró los datos de Moya en su país.


27 abril 2014

El arte del Transformismo

Probablemente en teatro, el arte de cambiar de un personaje a otro incluido el vestuario en el menor tiempo posible, nació de la necesidad de los espectáculos ambulantes presentados en las ferias antes del siglo XIX.

En ocasiones, la cantidad de personajes de una obra excedía al número de componentes de la compañía, debido a lo cual, un actor debía representar más de un rol. Esa era la manera como se completaba el elenco.

Hay antecedentes muy antiguos sobre el tema; en un escrito del siglo XIX, se critica a uno de los actores por haberse ocultado en forma burda detrás de una mesa para realizar un cambio de personaje.

Fue sin duda el italiano Leopoldo Frégoli, el que le dio al transformismo una dimensión diferenciada.
El arte ya no solo pasaba por las transformaciones, sino que se potenciaba con la actuación, los cambios de voces, e incluso por el uso de la ventriloquía.

Leopoldo Frégoli
La admiración del público convertía a Frégoli en algo así como un hacedor de milagros, porque pasaba en cuestión de segundos de ser un cardenal sumamente grave y formal con extremado lujo en su vestimenta, para transformarse en una diva de music-hall con traje escotado y sensual, con el humor de una artista de vodevil, y entonando una canción. Súbitamente, y en forma imprevista aparecía un general que estaba en guerra.
Era el italiano un estudioso de los personajes que representaba.

En muchas oportunidades Frégoli visitó Rosario.

En 1902, en el Teatro Olimpo se lo anunciaba como transformista, cantante, ventríloco, músico y prestidigitador. Eran 60 personajes en escena cada noche, que significaban 100 transformaciones, y era acompañado por una orquesta compuesta por 36 profesores.

Representó en nuestra ciudad, entre otros números El Maestro de canto, Camaleonte, La abeja, la comedia en un acto De tiros largos, L’Ape, Notte d’amore, La victoria del general, La Gran Vía, y Paris Concert también llamado Eldorado. Innumerables personajes, pero un solo intérprete.

En 1902, comentaba el periódico local La Capital, “Ningún artista dramático ni lirico ha ganado tanto como él en espacio tan breve; ninguno ha popularizado tanto su nombre, ni ha dado un carácter tan alto de fama al espectáculo.”

En “El Camarero Relámpago”, la escena transcurría en un restaurant, Frégoli en su papel de mozo de café, corría de una parte a otra del escenario, repitiendo continuamente ¡Vengo súbito!, ante el reclame de los clientes. De pronto pasando por detrás de un bastidor, cambiaba la voz y bajo la personalidad de un bohemio cliente, solicitaba ser servido. Apenas el cliente se dirigía a un gabinete interior, el artista reaparecía en el papel de camarero sin interrupciones en la escena, con un vértigo casi imposible de imaginar. Aparecía y desparecía representando distintos caracteres: el mozo, clientes varios, camareras, un cocinero, y hasta un policía.

Recurría a su habilidad de ventríloco para el desfile inacabable de sus notables creaciones.

En “Do – Re – Mi – Fa”, también llamada “El Maestro de Canto”, interactuaban maestro y estudiante en una lección de música, lo que suscitaba en el público un clamoroso entusiasmo.

“Eldorado”, otra rutina, comenzaba con un empresario que no tenía dinero para pagar intérpretes, y continuaba con una cancionista que protestaba contra el incumplimiento de contrato, un barítono, un clown inglés, una soprano, y varios más. Era un desfile de 15 personajes de café concert, que culminaba con las imitaciones de varios músicos famosos entre ellos Verdi, Wagner, Puccini, y Mascagni.

Las transformaciones de Frégoli y su metodos de cambio de vestuario, se pueden apreciar en algunas breves escenas.

Gran Varietá es una película italiana de 1954 que trata sobre espectáculos de variedades. En uno de sus episodios puede verse al actor Alberto Sordi, interpretando a Frégoli, donde tambien aparece uno de los grandes de la escena italiana: Vittorio de Sica.

El trailer de Gran Varietá, muestra lo que era el teatro de variedades en su época de apogeo.

Sobre comienzos de 1900, muchos se preguntaban porque había tan pocos cultores de ese arte. La respuesta era simple: el secreto era conocido solo por muy pocos.
Algunos artistas con poco conocimiento de este tipo de arte, trataban de presentar el acto, pero fracasaban rotundamente, porque demoraban tanto en los cambios, que el público terminaba bostezando mientras esperaba la transformación.

Referido a Argentina, y más específicamente a Rosario, muchos transformistas pasaron por aquí, algunos más renombrados, otros casi desconocidos, pero no significa que menos buenos.

En 1897, un personaje del ambiente circense Don Pablo Raffetto, que era conocido también como el “40 onzas”, en las instalaciones de su circo en Rosario ubicado en lo que hoy es pleno centro – calle Entre Ríos y Santa Fe-, anunciaba la presencia de uno de los tantos imitadores de Frégoli, el barítono José Giunto, quien realizaba una prolongada gira por América del Sur.

El español Rafael Arcos hijo, con una excelente voz de falsete, presentó muchos espectáculos en nuestra ciudad en distintos teatros y durante varios años, no solo en su faz de transformista, sino también como cantante y recitando monólogos. Arcos repetía no solo las rutinas, sino que también copiaba los nombres de los actos de Frégoli, tal el caso de Do Re Mi Fa, o La lección de música, aquel dueto de contralto y bajo con canto simultáneo, o el Camaleonte, y El camarero relámpago.

En el Teatro Olimpo actuó Aldó, otro artista que imitaba a Frégoli con sus duetos para soprano y barítono, escenas de ventriloquía, y repitiendo los mismos nombres de los actos.

Otro transformista, Robert Bertín, interpretaba papeles femeninos a la perfección.

Decía el diario La Capital: “... nada en su fisonomía, ni en su cuerpo, ni en su voz, revelan al hombre. Cambia de vis cómica con una rapidez vertiginosa, y tan pronto es una bellísima joven cuya coqueta sonrisa y su mirada intensa trastorna al espectador, como es una vieja, y no hay duda que es una octogenaria con todos los achaques de la ancianidad. Luego pasa a su rol de transformista hombre, y de aquellas mujeres no queda ni la más ligera señal, ni una reminiscencia de su anterior identidad”.
 
Clotilde Alegría
Las noticias de aquella época llegadas desde Montevideo, también observaban acerca de la curiosidad que provocaba respecto al sexo: varón?, mujer?, ambas cosas a la vez ?.
 
 Sin embargo los que lo conocían y trataban de cerca, no tomaban en serio las sospechas mencionadas. Apuntaban en sus dichos: “nada de hembra, nada de afeminado existe en el sagaz transformista. Todo es obra de su observación, de su estudio de las personalidades humanas".

Bertín, de origen francés, usaba la ventriloquia y era un tirador excelente, habilidad a la cual recurría cuando caracterizaba en forma admirable la tiradora de rifle mejicana Clotilde Alegría.

Por último, no se puede dejar de mencionar a la italiana Fátima Miris, llamada la Reina del transformismo.

Se presentó en Rosario siendo muy joven, con solo 22 años de edad, y actuó en el Teatro Colón ya desaparecido.

En su acto Una festa a Tokio, realizaba 105 transformaciones, y era muy festejada su rutina de La Geisha. Los críticos destacaban su habilidad de caracterización de personajes masculinos, su seguridad y perfección en la imitación de la voz del hombre, al igual que su coquetería en los roles femeninos.

Sumamente culta hablaba varios idiomas, y abandonó su cátedra de matemáticas para dedicarse por completo al arte. Su padre músico y matemático, dirigía la orquesta que la acompañaba en sus presentaciones, y su hermana virtuosa concertista de violín, también formaba parte de las giras.

Fátima actuó en mi ciudad durante muchas temporadas, al igual que Frégoli.

Hoy día, el término transformista se interpreta de otra manera, y en ocasiones, mal usado en mi opinión, se refiere a los artistas que realizan cambio rápido de vestuario.

Aquellos transformistas, exhibían habilidad para el cambio rápido de vestuario (aunque ocultos a la vista del público), pero por sobre todo, su valor agregado consistía en su actuación, sus imitaciones, sus delicadas variaciones y timbres en sus voces, y sus sutilezas en el estudio de la tipología humana.


08 febrero 2014

Conferencia de Historia de la Magia - Los Ángeles

En noviembre pasado tuve oportunidad de asistir a la Conferencia de Historia de la Magia realizada en Los Ángeles.

Son 3 días, donde se congregan personalidades de la magia, no solo los más importantes historiadores e investigadores del arte mágico, sino también leyendas del espectáculo del pasado, y estrellas del presente, interesadas en la historia de la magia.

Es difícil transmitir la sensación de compartir esos días de congreso con tantos magos de la talla de Lance Burton, Max Maven, Mc King, Marvin Roy, Walter “Zaney” Blaney, Norm Nielsen, Eric Mead, Jim Steinmeyer, Mike Caveney, John Gaughan, y muchos otros del mismo calibre.

Magnificas conferencias y presentaciones de ilusiones históricas (inexplicables muchas de ellas) que no tienen desperdicio, porque nunca han perdido el encanto y el misterio propios del ilusionismo.

Estoy seguro que de presentarse ante el público de hoy día, tendrían el mismo impacto y el éxito que tuvieron en su época.

Comparto en este espacio saludos para los magos argentinos, de algunos de los presentes en la Conferencia. Lamentablemente hablan en inglés, su idioma nativo.

Marvin Roy


También conocido por Mr. Electric, junto con su esposa Carol, fueron sensación desde los años 60 hasta los 80. Pasearon su espectáculo por todo el mundo.

Norm Nielsen
 
Inolvidable entre otros actos por su violín flotante (zombie) , su producción de monedas en la rutina del Sueño del avaro, y su acto de manipulación de naipes.
Gene Matsura
 
Conozco a Gene hace varios años, y en cada ocasión que nos vemos, es un gusto escucharlo hablar sobre sus conocimientos e investigaciones, especialmente sobre Slydini y Winston Freer.
Amigo intimo de Slydini, Gene se reunió durante mucho tiempo con el Maestro de la misdirection, para trabajar en un proyecto que se plasmaría en un libro, y que trataría sobre las técnicas, el timming, la psicología y la construcción de las rutinas de Slydini. Esto lo convirtió en uno de los pocos expertos sobre el tema. Como se sabe, Slydini, italiano de nacimiento, paso algunos años de su juventud en Argentina, antes de radicarse en Estados Unidos.
Otro de los personajes que ha investigado Gene es Winston Feer, un mago desconocido que finalizó sus días en una institución psiquiátrica debido a problemas emocionales. Las anécdotas que cuenta sobre Freer son apasionantes, al igual que los efectos que realizaba.
En su saludo, Gene hace mención a los dos magos mencionados.
Jim Steimeyer

 
No es necesario explayarse demasiado sobre uno de los creadores de ilusiones más importantes de nuestros días, y escritor prolífico.
Henry Vargas


Joven mago brasilero de 21 años, presentó un trabajo sobre la historia de la magia en Brasil, enfocado a los Magazines mágicos de su país, especialmente el Boletim Mágico de Joao Peixoto, y también sobre magos extranjeros que pasaron por Brasil durante el XIX.
Me impresionó el dominio del escenario de Henry.

A pesar de no ser el inglés su idioma nativo, fue uno de los pocos oradores que presentó su trabajo sin leer sus notas, y lo hizo con mucha solvencia.
Adjunto demo sobre sus shows.
Excelente Henry !.